Nosotros, solo nosotros,
quienes usamos el corazón
para hacer coincidir dientes de engranes,
quienes vertebramos los oleos
para que se agarren de nuestras paredes con las uñas
y hagan juego con estúpidos sillones de señoras moradas
meneándose el clítoris con billetes de mil
¡nosotros!
en mar abierto nadamos en vasos de agua
nosotros que le pusimos guantes a las caricias
nosotros que rociamos con néctar de asfalto al suicida
y le vendemos la cuerda que le acaricie el cuello
o el cianuro que le apague los ojos,
nosotros que creemos que el silencio
es el pulso de un muerto extraído para el unísono
de la música en coma y los bemoles amputados
y por eso vamos en manada al cagadero
para cerciorar nuestros olores y murmullos fecales
contra el que esté de espaldas y no sentirnos
solos nunca
¡nosotros!
quienes tenemos al mundo contra las lajas,
de un ring multitugonal
y lo dirigimos con cuerdas de guitarra
en un teatro de guiñol serendipiti
nosotros,
quienes traicionamos al verde
para cerciorar a la yugular una liana infinita
como en la que finaliza la playa y los barcos caen
al patio trasero de nuestras casas,
nosotros que jubilamos a las tribus milenarias
y las enviamos a geriátricos controlados con ensambles
de cuadripléjico viento de smog
nosotros de un tajo servimos el café
para que despierte a puñetazos
el sonámbulo trovador con el versículo girando,
para callar la lagrima filosofal que nos vomita
o el recuerdo de un amor que se efervesce
en nuestra alma
nosotros
limpiamos retretes de otros hombres,
nublamos cielos de otros países,
declaramos la guerra a seres
que creen en dioses esquimales,
nosotros, un rugido de naipes callando
la mesa de juergas con un puñado de facturas
como si la mano tahúr occidental
fuera una excepción divina