Muñecos inflables

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Tapiz de hormigón y retretes

Forran sus calles, callejones y plazuelas.

Sudor de licor, sed de sobra

Y sus lenguas blofean

Pantaletas aferradas al piso.

Son carne de cañón de dieta,

Sobre un sol que cuece suelas

Y usan anzuelos si son de moda

En sus hebillas.

Bigotes a la Groucho Marx

Pero mirada de perro en carretera.

Surcos de sudor dejan en los gimnasios

Mitos de aliento en sus librerías.

Son muñecos inflables los viernes

Matadores de toros los sábados

Pero misa de domingos.

Son los idiotas que confunden la marea

Con agua mezclada con sal.

México en los tiempos del Zarco.

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El Zarco fue una novela escrita en 1869 por un el maestro y periodista mexicano Ignacio Manuel Altamirano y describe indirectamente la época de la guerra de reforma vista entonces desde un pequeño pueblo de Morelos llamado Yautepec, específicamente en Haciendas azucareras. El tema principal de la novela es el romance que tiene una hermosa muchacha típica de Hacienda con un salteador líder de una banda de peligrosos criminales, que a caballo se escondían en el monte asaltando y si es necesario, asesinando sin piedad a quien se resistía. La situación no es puramente ficción, esta violencia inclasificada y desbordada fue residiendo en la historia hasta avanzada la post revolución, un México gobernado por barbaros que poco a poco fue encontrando una especie de rumbo.

La situación ha tenido una increíble regresión a la época del zarco. La violencia actual no es precisamente un grito de desesperanza, sino más bien un estatus de quebrantamiento no a las normas morales que describe el cristianismo, sino a la moral Darwiniana lo cual es un hecho aun más alarmante.

Estados Unidos es el país con mayor número de asesinatos con arma de fuego debido a sus políticas armamentistas y a problemas socios culturales e históricos que no vale la pena mencionar. Si en México el acceso a armas de fuego es una cuestión supuestamente más complicada, mi única respuesta al enjambre de violencia es el derrumbamiento filosófico producto de un ineficaz sistema educativo que da como resultado una ignorancia de origen dirigido al pensamiento concreto, y nos regresa a épocas impensadas. Esta visión retrospectiva involuntaria del charro blindado, la nulidad de sentimientos del macho, el matriarcado flagelante, son un claro ejemplo que llevado a sus últimas instancias nos deja a un cumulo de asesinos que se rigen como si esta fuera la época de los Medicis en la Florencia de Maquiavelo.

Cuando analizo la maravillosa película del Padrino o le damos una hojeada a la vida de Capone nos enteramos que existían normas y acuerdos silenciosos entre rivales. Hoy día no hay escrúpulo en matar al hijo de un rival o a toda su familia si es necesario, quemar vivo a un hombre, o descuartizar a personas mientras la misma victima observa el acto. Vivimos en un nido de simios estúpidos que se columpian vertiginosamente sonriendo ante una exponencial lluvia de balas. El país cogido por la solapa es gobernado por una cresta salvaje de sicarios amamantados con fuego.

En cuestión de política podemos opinar, podemos votar, podemos inclusive pararnos en la plaza local con pancartas a exigir resultados si así lo deseamos, la democracia aunque en pañales, se desarrolla sistemáticamente y es mucho más confiable que hace décadas. Pero que podemos hacer cuando las leyes del Zarco aun hoy casi ciento cincuenta años después no solo se han desarrollado sino que han evolucionado. Los dobles mensajes son indescifrables para los gobiernos cuando se les grita que el principal problema es el educativo.

Han dejado a un lado la materia de filosofía en las escuelas, han minimizado en los libros de texto elementos fundamentales de nuestra historia como las culturas prehispánicas, y el pensamiento de grandes intelectuales de la época revolucionaria. A veces pienso que toda esta torpeza académica es con intención. Hay alguien que se beneficia con la venta de armas en las guerras, todos sabemos quién es.