Singladura

A veces no sé dónde o cuando amanezco redondo de melancolía
A unos minutos después de un estallido de semen, por ejemplo
o en el mantra de una sola ola frente al mar
El océano también es redondo como la belleza y como la tristeza
Una ola es la semblanza de la vida y la muerte
También el instante de un pecho en la memoria de una caricia

La belleza pletórica puede hacerse cotidiana
lo cotidiano aburrido
por eso no podría vivir en una playa

Hoy que ya no estás y como si la muerte fuera
el único extremo, el único exceso

Una sola muerte se repite como un millón de olas
El luto nos persigue la imaginación en medio de una sola cifra
Un hospital es la muerte de una multitud sin nombre
donde se hacinan los fantasmas en los pasillos

No hay plañidera que aguante un millón de funerales
“La vida es dura”, repetías constantemente

Tú has muerto tantas veces en mi cabeza
que tu recuerdo se ha convertido en una playa sin nombre
En un hospital cualquiera, eres todos los fantasmas
Tus ojos son la misma ola que se repite hasta el infinito

De niño me obsequiaste un Atlas
Hoy tengo la misma imaginación
que me llevaba a ver durante horas
las carreteras y los ríos. Que me hacía visitar
sobre los cartogramas ciudades impronunciables
Todo desde aquellas hojas donde brotaban
los cerros como si fueran dibujos de escamas

Conocí la selva por el color verde del papel
en casa siempre hubo carencias
Lo redimible en la pobreza es el tercer ojo de la imaginación
Un par de veces me llevaron al mar, pero muy lejos de hacerlo un recuerdo
Hasta que en un verano tú y yo fuimos a Puerto Vallarta
en un viejo ómnibus de México a mis catorce años
No se podía pegar el ojo por el ruido del motor
pero tu podías dormir bajo cualquier circunstancia
Y yo miraba la carretera
El camino ennegrecido por lo temible de una jungla noctámbula
Siempre tu talento fue dormir y morir rápido
dos cualidades que se practican despierto

De repente, el asombro de todo mi cuerpo
A lo lejos se vislumbra el mar con pequeñas
embarcaciones esparcidas en las primeras luces
de la mañana
Y al fondo el hilo del horizonte por donde
caían antiguamente los barcos medievales en su ignorancia
Para reunirse donde tú estás justo ahora
En esa orla de espacio tiempo ajeno al lenguaje
Un galeón, un barco mercante moderno
Las singladuras de un buque fantasma
El mar es atemporal, a donde van sus muertos
debe ser la isla del hoy, del mañana o del nunca

Caminamos por las calles empedradas
y a la vista el antiguo baño de teja en el centro del pueblo
Llegamos hasta el malecón para mirar los
primeros gringos de la mañana, para ti cualquier gabacho
tiene la ternura tan empatada con la ridiculez
Nunca les perdonaste la invasión de 1847

A solas con nosotros mismos y los cerros desiertos
esa mañana de verano con neblina

Tiemblo desde los hombros recordar tu brazo
rodearme al caminar viendo las gaviotas en la pesca
Y a un lado nuestro, los canadienses madrugadores vociferan
un inglés afrancesado. -Vienen de tan lejos-.
me murmuraste
Y sacas esa risa que se mezclaba con la tos
de un millón de cigarros

Nunca viajaste al extranjero padre.
Para ti la Ciudad de México fue el axis mundi
No tenías que ver nada externo si en tu calle
ya lo habías visto todo

El hotel estaba lleno de espejos juiciosos en los pasillos
y alfombras rojas en mal estado como sumergidas en un naufragio
Un pequeño edificio que cabía en la oteada de un vistazo
En su interior una vieja alberca cuadrada con hojas flotando
Teníamos vista al mar y te recuerdo asomarte por el balcón
haciendo un gesto como de centinela en un faro
un vigilante que se esfuerza en abarcar la playa entera
Después te tiraste en la cama a cerrar los ojos
y a respirar como un gato gordo que dormita

Como olvidar ese balcón, una ventana es un ojo
Como cualquier billón de ventanas
Pero esta da al mar, y es como si fuera la última del mundo

Por ella vemos un pedazo de calle húmeda
No como los de la ciudad donde son intransitables las reflexiones
Estas calles son misteriosas, tienen vida debajo de las piedras
Tienen selva creciendo en los rincones de los cuerpos desnudos
y olor a lluvia podrida en los cuerpos vestidos

Este planeta es un viaje, como este recuerdo
embarcado en esas calles que ya no existen
Pero viajar es aún viajar, y los padres e hijos los siguen siendo
La lejanía sigue estando donde mismo
y los fantasmas merodean las mismas necedades
¿Qué sería de Ulises de no haber partido y regresado?
Quizá el aburrimiento de Argos o el martirio de Penélope
Yo fui Telémaco el hijo de un padre viajero
Un padre ausente que no titubeó arrojarse a la
Isla de las sirenas cada que podía

Esas noches dormí inquieto, a lo lejos
las olas que me hablan, que repiten mi nombre
Entre silabas de espuma, decido levantarme
Mi padre arrojando sus ronquidos
a los pasillos del hotel

La siguiente tarde la plaza vieja y las esculturas
de ultramar en bronce
La metafísica perdida en los rincones húmedos
de los bares donde los borrachos van a morir
Los sombreros solitarios de vaqueros blancos
que vinieron a olvidar la guerra de vietnam
Seres que han llegado al fondo del mar de toda existencia humana
Ahí donde ya no hay vida y todo es penumbra
Que vinieron al mar a bucear en sus vasos de wiski
con mujeres blancas de vulgares escotes enrojecidos por el sol
Que se mueven con la música y ellos sonríen como calaveras

En aquel pasado de neblina yo usaba lentes
y hoy las lágrimas caen como lluvia en las ventanas
al acariciar este recuerdo

Otra vez vuelvo a verte padre
Capital de mi infancia donde todas
las calles desembocan en tu sonrisa
El cauce de tus manos que abrazan como ríos
El barco de tu pecho encallado en mi memoria
Hombre triste y alegre al cual no
vi llorar nunca
Porque vienes de aquel encierro donde
los hombres son buques acorazados
Porque eres una ciudad amurallada
que no ha pisado ni confía en la alta mar
en el océano que fue condenado a las galeras de la historia

No quiero ser Telémaco, quiero ser Argos
el perro que te espera sin esperarte
El perro que tiene la vista próxima de la muerte
más próxima que la tuya
El perro que escucha la palabra amor
repetirse siete veces, al ser pronunciada
cada instante humano

Cada que voy a al mar vuelvo a verte padre
Soy tu hijo el extranjero, el gabacho, el ave canadiense
que emigra cada año
Soy ese barco fantasma con un surco gigante
en la playa de tu nombre

Hace unas semanas busqué ese hotel donde
dormimos, para ver si aún se escuchan tus ronquidos
hacer latir los cimientos
A buscar tus quejidos en aquellos pasillos solitarios
Me adentré en la noche y me perdí en ella
como una misión rescatista
que no encuentra sobrevivientes

A veces no sé dónde o cuando me duermo redondo de melancolía

No volví a verme en el espejo de la recepción
donde mi rostro había envejecido cien años
y cien mil leguas
En mi búsqueda tropecé y cayeron mis lentes al piso
y en cada vidrio roto solo veía tristeza

Mi padre en la cama del hotel no es el mismo
que el que yace en la de un hospital
aunque en ambos casos se ha rendido
como si supiera el misterio del agua y la espuma

En las clínicas del seguro social
las mucamas no saben de atención al cliente
Pero nadie sabe más de la intimidad del mundo que ellas
Pero nadie trabaja más cerca del umbral que una enfermera

Ahora mi corazón está cansado como un nadador
al luchar a brazadas contra la marea del ahogo
Han pasado ocho años desde que solté tu mano inerte
pero muchos más desde que en el mar de Vallarta
logré ver la última de tus caladas de cigarro perderse en el mar.