Manual para agarrar a una mujer

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Manual para agarrar a una mujer
La mujer tiene ciertas agarraderas
surgidas de los criaderos de moléculas
con encorvas

las mismas células cosmogónicas
pues el redondo de los pechos
es la curva de la media luna,
el cabello de horizonte
que sostiene el océano,
la pelota en la portería contraria,
asas que van desde la memoria de los poros
hasta el cuajo en las uñas del hombre

fragmentos de verbos superlativos
conjugados con la sangre
variados con cucharadas de fuego
sin receta

hay que saber tomar a la hembra
con los dedos

hay que tomar las propias manos
y dejarlas caer con la fuerza de la bruma
en los redondos senos,
tomarlos como se empuña un rosario
ya sea para los misterios dolosos
o los gozosos

mientras la mano anti diestra
se cuela como plastilina entre la espalda,
en medio de las nalgas,
la nuca,
las vértebras de la columna,
la fuga de las azucenas,
los cabellos que rompen
con su cuerno de unicornio
las nubes en su carrera
al centro de la tierra.

Cuando eso sucede
no me gusta bajar a las ciudades
de mi mujer
ni siquiera cuando duerme
no mientras la suela
del piso camina en los zapatos
de mis dientes

y te muerdo anclando
mis colmillos en el redondo
que va de tus ojos a los tobillos

Capuletos y Montescos

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Capuletos y Montescos

Los ríos hacen patria en las esquinas
donairosos encandilan dedos en los zapatos

los mares enredan sus torniquetes
con cabello humano

lagrima y orina juntan sus lenguas
entre el muro dondiego y el vidrio de la sastrería
el seven-eleven, la cantina, el escusado

los romeos son huevones estacas de bronce
y se hacen humareda con cola de sabaco
para morir finalmente en un charco ahogados

sus palmas se han sembrado en los celulares
evitan la mirada de sus mujeres

la gente
se asoma en los espejuelos de sus teléfonos
asomando sus ojos en la ventana color del eco
con la palabra que parte del parpadeo
muriendo dos pulgadas más tarde

para llenarse los pulmones
con el alma que se fugó
con su aliento
en cuerpo de neblina de cigarro y alpargatas